La crisis del coronavirus COVID-19 dispara las audiencias, pero hunde la publicidad. En ese contexto, las redacciones se plantean una pregunta shakespeariana: ¿abrir o no abrir los muros de pago? Resultado: los medios caen, otra vez, en la trampa del todo gratis. Y los ERTE empeoran la situación.
Los expertos en privacidad tienen un mantra que repiten constantemente:
Si no eres el cliente, eres el producto.
Todo lo que te regalan gratis las grandes plataformas (GAFA) te lo dan porque eres ese producto: comercian con tus datos personales.
Los medios de comunicación de todo el mundo se están posicionando durante esta crisis del coronavirus a un lado y a otro de dicho mantra.
Esta misma semana, el prestigioso Instituto Poynter rectificaba. Es una mala idea derribar los muros de pago, decía.
Primero, opinaban que sí; ahora, que no, porque esas suscripciones superarían incluso a la programática.
Las redacciones en España, y en Latinoamérica, sostienen ese debate.
El Mundo, primer legacy que lanzó su muro de pago, lo ha mantenido a cal y canto.
(Unidad Editorial, incluso, en mitad de la pandemia anunció Expansión Premium).
El País, por el contrario, retrasó su ‘metered paywall’ al 1 de mayo.
La Vanguardia y ABC anunciaron los suyos, pero sin fecha de lanzamiento.
La publicidad online cae a plomo con pérdidas de hasta el 80%, según AMI.
Muchos medios tramitan un ERTE, con reducción de jornada y sueldo, durante una pandemia que hace imprescindible tener redacciones a pleno rendimiento, aunque sea en remoto.
Nunca antes se había demandado tanta información. La audiencia de noticias generalistas crece el 67% y la de cabeceras locales se multiplican el 158%, según Comscore.
La paradoja del todo gratis con la publicidad casi a cero
Ante este contexto, ante esta paradoja, muchos medios caen en la trampa del todo gratis, otra vez, como en los principios de internet.
No en vano, los retrasos en los muros de pago hace que los digitales activen sus bloqueos bajo registro: te lo doy gratis, pero quiero tu mail.
De nuevo, los lectores, que deberíamos ser clientes de los medios, somos el producto. Lo mismo que aplican Google, Apple, Facebook o Amazon (GAFA).
Mientras tanto, nativos digitales como eldiario.es culmina con éxito su S.O.S. Lanzaron un mensaje nítido a su comunidad.
Para sobrevivir, para esquivar el ERTE, necesitaban ayuda. Lograron, así, 9.000 nuevas aportaciones de sus lectores.
Así, el diario dirigido por Ignacio Escolar rompe la cota del caso Cifuentes hasta escalar a los 46.000 socios.
Las suscripciones a medios digitales se triplican en plena pandemia
¿Y qué está pasando en el resto del mundo? Dos datos reveladores.
En la penúltima semana de marzo, la crisis del COVID-19 hizo que las suscripciones digitales a medios crecieran:
- En Europa, el 267%
- En EE UU, el 63%
Así lo expone Trevor Kaufman, CEO, de la plataforma Piano, que estima una media aproximada para el sector del 199% en las personas que pagaron por leer noticias.
Algunos medios locales estadounidenses, en cambio, optaron por no cobrar el contenido, pero sí pedir donaciones a su comunidad.
Los diarios locales de EE UU optan por las donaciones
The Examiner (Nueva York), por ejemplo, insto a sus periodistas a que cursaran un mail a sus lectores más cercanos. Recaudaron 10.000 dólares en tres días, tres.
El diario neoyorquino forma parte de las cabeceras que forman el proyecto Local News Fund.
Bajo esta iniciativa, en su conjunto, han recabado 48.000 dólares en donaciones en un semana, con aportaciones promedio de 70 dólares, según escribe Matt DeRienzo, de Local Media Association (LMA).
Como vemos, los muros de pago o membresías son más necesarios que nunca para el periodismo.
- Quien los tiene activados libera la última hora en abierto; el resto de las noticias en profundidad, las remite en cerrado (pago)
- Quien no los tiene, opta por el todo gratis, con el truco de un muro de registro
Así, algunos medios consideran al lector como lo que debería ser: su cliente.
Para otros, somos el producto: un dato, un mail, un comportamiento de navegación.
Y, en estos momentos tan críticos, los periodistas y los responsables de los medios, y no por ese orden, deberían ser conscientes de qué quieren de sus lectores, si sus datos (producto) o su tarjeta de crédito (apoyo).
Porque el todo gratis, ya sabemos cómo funcionó y a qué llevó en la primera década de los años 2000.
Los artistas y creadores (y la industria cultural) recuerdan perfectamente la respuesta de sus fans:
«Si lo regalabas ayer, no intentes cobrarme ni hoy ni mañana».
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